La primera noche era de exploración, de expectativa, de contemplación. Es agradable pasear por Plaka, y por supuesto cenar en una taberna típica, probar el cordero en alguna de sus variedades, la mousaka, tomarse un ouzo antes de cenar, y probar vinos griegos. No son excelentes, pero alguno como el retsina, con aroma a resina de pino, resulta curioso al paladar.
El domingo por la mañana, a las once, se puede asistir en el Parlamento, frente al monumento a los caídos en la plaza Syntagma, al cambio de guardia. Es bastante atractivo, sobre todo por la vestimenta de los soldados, con sus faldas blancas y los zapatos de madera
rojos adornados de grandes pompones.
Desde la plaza Syntagma, te puedes dirigir a visitar la Acrópolis en dirección a Monastiraki, te encontrarás preciosas iglesias bizantinas (i.e. de la calle Ermou) en las encrucijadas de las calles peatonales, y puedes subir por el lado norte a través de las callejuelas dejando a la derecha el ágora romana y la biblioteca de Adriano.
Serpenteas por la ladera norte, preguntas en varias ocasiones cómo llegar a la Acrópolis, pues no hay apenas indicaciones.
Accedes a la Acrópolis a través de los Propileos, contemplas el restaurado templo de Atenea Niké, y penetras en el recinto. Lamentablemente está lleno de grúas. La visita es algo decepcionante, pues las obras de restauración, y los sucesivos expolios sufridos por la ciudad, te impiden “viajar al pasado”. Pero puedes pasear, ver el Partenón y el Erectión, observar Atenas desde lo alto, contemplar el mar y alguna isla cercana. Merece la pena salir por la otra ladera, para poder ver el teatro romano y el de Dionisio.
Desde allí, en dirección a Monistaraki, se puede visitar el ágora romana, un amplio recinto bien conservado y restaurado donde lo más destacable es el templo de Hefestos. Al salir de allí, tras callejear, no puedes dejar de entrar en las tiendas y tomar una cerveza en alguna taberna, para después dirigirte a la biblioteca de Adriano.
Otro atractivo de la ciudad es tomarse un café en Kolonaki, una zona residen
cial de nivel alto, y desde allí subir hasta Lykavittos, el punto más alto de Atenas, al que se puede acceder en teleférico, y desde donde se tienen unas bonitas vistas del Pireo, del mar Egeo y de la Acrópolis. En la cima de la colina se encuentra una preciosa capilla encalada de blanco.
En cuanto a los museos a visitar, si no tiene uno tiempo para visitar todos, debe ir, sin duda alguna, al Museo Arqueológico Nacional.
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