viernes, 6 de mayo de 2011

La muerte de un terrorista.

Es irrelevante la muerte de un terrorista. Es una persona insignificante que antes o después sufriría ese contratiempo llamado muerte. La muerte no discrimina por tus actos en vida, a todos llega, con independencia de tus acciones. Los malos mueren y los buenos también.

Luego si todos morimos, no es injusto morir a manos de alguien. No podemos defender la vida, pues es indefendible. Pero debemos defender la dignidad de los vivos.

Cuando atenta alguien contra la dignidad de las personas, los jueces deben defenderla. La dignidad a defender no se puede basar en la ley del más fuerte, ni la ley del talión, ni en las propias ideas. Se debe buscar la recuperación de la dignidad de las verdaderas víctimas de una muerte violenta.

Pero como he dicho, los jueces son los que deben actuar, aplicar el derecho, la ley, y los gobernantes ejecutar las sentencias de los jueces. No es tolerable que un gobernante, redefiniendo la idea de justicia, saltándose los mecanismos que la civilización moderna ha creado para defender la dignidad de las víctimas, ordene matar a una sola persona por cuestiones de poder, de popularidad y por ideología personal.

¿Tenemos derecho a convertirnos en dioses? Ese es el sueño de los hombres, inalcanzable porque los dioses son inmortales y el hombre no.

Y no puedo concluir más que con esta afirmación: quien ordena matar a una persona, es un asesino.

¿Se merecería esta persona ser el Premio Nobel de la Paz?

Bueno, si es posible redefinir qué es justo, y cómo se hace justicia, ¿por qué nuestra moderna sociedad no puede definir el concepto de paz y cómo se ejerce?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vicente
Concordo em número, gênero e grau!
Ademais, imagine se cada um dos seres humanos resolvessem fazer justiça por suas próprias mãos?!?!?
Almir