martes, 20 de abril de 2010

El colectivo taxista.

Me pregunto si la modificación del Código Penal por la que las personas que cometen decenas e incluso varios centenares de pequeños hurtos cada año podrían ser castigadas con penas de prisión sería aplicable a los taxistas. Ya saben los que me conocen que el colectivo taxista no es santo de mi devoción y pido perdón anticipado por si alguien pudiera sentirse aludido. Pero mi opinión es fruto de mis propias experiencias, y ya se sabe que una mala experiencia dificulta un cambio en la forma de pensar. Recuerdo cuando alguien me tildó de racista por decir que los gitanos eran unos chorizos, y no pude más que responder con mi propia vivencia: que no todos los gitanos son unos ladrones pero todos los que me habían robado en la calle con navaja lo habían sido.
Los taxistas son charlatanes disfrazados de intelectuales y ladrones con apariencia de legalidad (hurtos menores camuflados en pegatinas en las ventanillas). Sus conversaciones están llenas de prejuicios, de clichés y de lenguaje barriobajero. Son todos ellos potenciales presidentes del gobierno (esto sí es fácil), son todos ellos entrenadores de futbol e incluso ahora grandes directores de equipos de fórmula uno.
No se le puede pedir peras al olmo, y no pretendo que los taxistas hablen con propiedad tras cultivarse mediante la lectura, pero sí me gustaría que un derecho como pasajero fuese el que sólo te hablen cuando les preguntas.
No pretendo que estudien para que sean ingenieros de telecomunicaciones pero sí que aprendan a sumar los complementos que marcan las pegatinas de las ventanillas, y no añadan de forma recurrente céntimos o euros a la cuenta.
No pretendo que lean poesía para que escriban un libro ni que acudan a clase de música para cultivar el alma, pero sí que dejen de usar la imaginación para inventarse complementos de cobro más allá de los legalmente publicados.
No pretendo que hagan ejercicios de memoria para saberse todo el callejero pero sí me gustaría que aprendiesen a usar el GPS y te lleven por la ruta marcada por el mismo.
Y ya puestos a exigir exigo el prepago en el aerpuerto, primer lugar donde multitud de extranjeros son asaltados nada más llegar a España. La primera imagen de España es este colectivo charlatán y ladrón, que roba a los turistas al igual que un pícaro carterista pero disfrazado de profesional. Disfraz de falso simpatíco iniciando una conversación que tiene como objetivo saber si eres de la zona y ver si puedes ser fácilmente engañado.
Repito, que no se lo tomen a mal los que no son así, pero estos que describo existen.

1 comentario:

Alberto Córdoba dijo...

Y que acepten de una puta vez tarjetas. Cada vez que voy a utilizar un taxi, acabo teniendo que pagar un complemento más: la comisión del cajero.