miércoles, 21 de marzo de 2012

La paradoja neoclásica (The Artist).

La película ganadora de los Oscar merece un comentario. Es una película arriesgada, que adquiere su sentido sólo en la medida en que tiene éxito comercial en el siglo XXI. En realidad, más que una película, hay un momento en que son tres, una dentro de la otra y siendo visionada en una sala hoy, como cuando en un espejo ves reflejado el espejo de forma infinita. Y digo que adquiere su sentido sobre el éxito porque precisamente, dejando fuera la historia de los hombres, lo que subyace es la evolución del cine mudo al cine con sonido, y la seguridad de que este avance tecnológico supondrá el fin del primero, pero claro contado en formato mudo en tiempos actuales. Todo una paradoja curiosa. La película, aunque sea muda, se deja ver sin aburrir, por dos razones, en primer lugar por la historia que viven sus protagonistas, que no deja de ser la historia de los hombres desde el origen del hombre, y por otro porque el cine mudo, por mucho que avance la técnica, si es de calidad tiene que gustar, en la misma medida que gustaba hace 90 años; el hombre no ha cambiado nada, sigue siendo el hombre vanidoso, egoísta, exitoso, envidioso, cuya historia atrae, con independencia del formato. No apreciar una película muda, es renegar de todo arte que no sea contemporáneo. La historia es clásica, hombre vanidoso por el éxito y la fama, y que se inmerso en una revolución técnica, sin que se le den oportunidades para adaptarse, precisamente por su orgullo. La historia que se cuenta es la historia de la redención de sus pecados. En su carrera conoce al que le sustituirá en el nuevo formato. Será ella precisamente su camino para la salvación, que no se producirá hasta que él adquiera conciencia de que lo que le pasa se debe exclusivamente a su orgullo y vanidad y obstinación , y no a las personas que le rodean, cuyo amor es infinito (perro, mayordomo, productor, actriz). El detalle del incendio, como en Cinema Paradiso, originado por su abrazo al pasado inflamable, y salvado por su perro. El detalle del descubrimiento de los muebles que vendió para vivir en su casa, que es como el descubrimiento de una luz. Y lo más paradójico, la paradoja dentro de la paradoja, la obstinación en querer hacer una película muda, que fracasa comercialmente. Por eso esta película tiene valor. Si hubiera fracasado hoy, sería autoexplicativa.

2 comentarios:

Paco Veiga dijo...

Un placer releerte, hacía mucho que no lo hacía

Alberto Córdoba dijo...

Muy buen análisis lo de la paradoja autoexplicativa.
Y sin embargo, lo que importa es el placer que se vive al vivirla. Es parecido al que sientes sintiendo el cine de Georges Melies en "La invención de Hugo". Debe ser parecido al que sentían los espectadores de la época